«Una vendimia tardía y más de ochenta años para recuperar la historia de CVNE»
Artículo de Leire Diéz en Nueve Cuatro Uno
Se dice que la clave está en saber cultivar bien esas raíces que crean placer en la vida. ¿Por qué tirar al olvido lo que un día trajo prestigio? La histórica CVNE del Barrio de la Estación de Haro hace gala de esa raíces que la acompañan después de cinco generaciones al lanzar al mercado su clásico Corona más de ochenta años después. Un blanco de vendimia tardía elaborado con viura, principalmente, y también con malvasía y garnacha banca que ha pasado seis años en barrica de roble y que ha salido hace escasas semanas como un Gran Reserva de 2015. Unas 1.526 escasas y preciadas botellas que ya se han agotado.
Aunque nació a finales del siglo XIX, la añada que lo puso en el mapa fue la del final de la Guerra Civil española, cuando se constituyó como el primer vino blanco del país en recibir los 100 puntos Parker. Una vendimia, la de 1939, que se caracterizó por la falta de mano de obra masculina para desarrollarla, por lo que mucha uva se quedó en el campo. Se recogió lo que se pudo de tinto, pero el blanco se quedó abandonado. «Fueron las mujeres las que pasados algunos meses se acercaron a las viñas a recoger esos racimos que todavía colgaban de las cepas con uvas ya pasificadas y lo que descubrieron es que de esa vendimia casi por accidente resultó salir un vino muy diferente. Lo dejaron fermentar, pero como ya tenía mucho azúcar se paró la fermentación y se quedó con ese azúcar», relata la enóloga de la bodega, María Larrea.
Una creación que no se descorchó, sin embargo, hasta los años 70, cuando se descubrieron más de un millar de esas botellas olvidadas en unas obras de ampliación de la bodega. Los gustos y las tendencias han cambiado, pero en CVNE siempre han tenido en mente recuperar aquel blanco de vendimia tardía de sus antepasados. «Es algo difícil de duplicar, está claro, con esa intensidad y la sorpresa que provoca al problarlo ya que es capaz de mantener ese equilibrio entre el azúcar y la acidez con el paso del tiempo para concebirlo como un postre, pero fresco. Para el Corona de 2015 hemos buscado preservar la misma esencia y creo que este vino actual también va a ser capaz de desarrollar esa complejidad de su predecesor», incide.
La de aquel 2015 fue una campaña fresca donde predominó la frescura y elegancia que dotaron a los vinos de una buena carga aromática y complejidad, las aptitudes idóneas para el envejecimiento. No fueron tantas décadas de crianza como el clásico Corona, pero, siete años después, la bodega ha recuperado su marca para que este vino sea la viva imagen de lo que fue entonces, hace ya más de 80 años.
La clave, una vez más, está en el origen, en seleccionar las cepas idóneas para recrear la historia de la bodega. Y así llegan hasta La Salceda, una viña de apenas dos hectáreas en Villalba de Rioja, a los pies de las Peñas Jembres en la Sierra Cantabria. Un lugar donde la frescura está asegurada con esas nieblas vespertinas provocadas por el efecto Foehn, las condiciones perfectas para el desarrollo de la botrytis cinerea que caracteriza a estos vinos dulces.
«Con suelos fríos, arcillos y calizos que mantienen muy bien la humedad, esta zona ventosa a unos 600 metros de altitud es la perfecta para elaborar nuestro Corona, aunque no todos los años sale al mercado. La de este 2022, por ejemplo, no lo hará porque, a pesar de esta ubicación, el año ha venido muy seco y cálido y las uvas no se han desarrollado en buenas condiciones. Las del 2016, en cambio, sí saldrá, mientras que las posteriores habrá que esperar porque, más allá de las condiciones meteorológicas del año, hay que ver cómo evoluciona ese vino después».
Todo para lograr que durante esa crianza en barricas de 400 litros ese tono dorado todavía pálido vaya evolucionando hacia un dorado más limpio y brillante, «como el del 39 que tiene un color muy bonito». Un proceso de envejecimiento que hará magia también en nariz, desarrollando otros aromas porque, aunque se trate de un semidulce, este vino parte de una zona fresca, por lo que conserva muy bien la acidez y la sensación de dulzor pesado desaparece. «Miel, membrillo, naranja, … Aromas que tal vez en botella no se hubieran logrado de igual manera, pero que en la madera salen a la luz derivando en un vino de largo recorrido, así que casi se puede decir que lo mejor está por venir».
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